ALMENDRADOS DE HOJALDRE























Entrar en las pastelerías, auténticos templos de la artesanía del azúcar, me fascina, encontrarme de sopetón con ése olor mágico a azúcar quemado, a caramelo, a chocolate, a crema pastelera, bizcochos recién horneados, me hace sentir una sensación mezcla entre felicidad, placidez y ansiedad que me invita a querer probar cada uno de los pastelitos de repostería que se exhiben en los mostradores. Toda una tentación que no suelo evitar, al mirar la decoración de los dulces, toda una expresión de arte y creatividad, una verdadera fiesta para mis ojos, para mi olfato y el paladar.

Recuerdo con especial cariño el obrador de la pastelería Samoa que a principios de los años 70, estaba ubicado en Calle San Bartolome, en el barrio del “Molinillo”, justo enfrente de la oficina en la que trabajaba, sólo tenía que cruzar cada tarde la calle para merendar algún que otro pastel recién hecho. 
¿Qué malagueño no recuerda las míticas y muchas de ellas tristemente desaparecidas pastelerías malagueñas? Me vienen a la memoria, La Cubana, La Imperial, La Exquisita, Casa Anglada, La Suiza, L
a Predilecta, Poggio, Cosmópolis, Zoilo, Aparicio, Cervantes, Lepanto, Tejeros, Samoa y sobre todo quiero nombrar Los Alpes

Esta última, una de las mejores de Málaga, estaba ubicada frente al desaparecido cine Goya, hoy en dia un bar de tapas. Tenía su propio obrador, justo en Calle Gaona, frente al Instituto Femenino Vicente Espinel donde estudié el Bachillerato.

Fue allí donde desde muy pequeñito trabajó Francisco, en el obrador, haciendo pasteles artesanalmente, a la antigua usanza, siguiendo la tradición de su padre, también pastelero.

Fueron muchos los años que dedicó a éste arte, endulzando a los malagueños, en una época en la que era un verdadero lujo comer pasteles, un manjar sólo asequible a pocos bolsillos. Francisco era rubio, de bonitos ojos azules, cariñoso y con una dulzura muy especial, esa dulzura de sus dulces, era igual de intensa que su dulzura humana, de ella impregnaba a sus hijas, Lourdes y Paquita (mi suegra). Así me lo contaba ella hace unos días.

Quizás por ésa tradición mi suegra y mi marido son todo dulzura.

Hasta hace muy poquito, no me atrevía a hacer absolutamente nada de pasteles, bizcochos o algo parecido a un dulce, pero es algo que me gusta y espero que poco a poco le pierda el “miedo” y pueda ir aprendiendo cada dia, pasito a pasito.

Pero mientras tanto, es fácil disfrutar de pequeñas “dulzuras” como ésta, sin necesidad de ser pastelera…….

¿Cómo?

Picar avellanas (tostadas y saladas, de las que venden en cualquier super) y reservar.
Cortar una plancha de hojaldre en rectángulos (o dándoles la forma que deseen) (he usado La Cocinera, me resulta de las más suaves y crujientes).
Poner en el centro del hojaldre un poco de avellana, cerrar haciendo tres capas, pintar de huevo batido y echar avellanas nuevamente por encima.
Poner un papel de hornear, colocar encima el hojaldre ya preparado y hornear a 180º C durante diez minutos aproximadamente (o hasta que esté doradito)
Fácil, rápido y sencillo. Disfrútenlo.

7 comentarios

  1. Si amiga, muy fácil y prometedor, como que tengo que probarlos. Yo es que no soy golosa, jejejeje.
    Besazos

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  2. Se ven riquísimos... Tienes un blog estupendo. Yo soy una novata en esto de los blogs. sólo hace un par de días que lo tengo. Me visitaras porfi???? Me hará mucha ilusión :-)

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  3. mmmmm que de ideas se me están ocurriendo!!! rellenitos tienen que ser un delicia, habrá que probar je,je. Saludos

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  4. Ya verás como es solo quitarse el miedo.. qué rico las pastelerías artesanales de toda la vida.... qué olores! Besotes

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  5. Ideales para acompañar con el café ^o^

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  6. Que ricos, meencanta el hojaldre, se ven geniales besos

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  7. El hojaldre es mi perdición tanto en dulce como en salado, y tu receta me encanta. Besos

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