PIMIENTOS VERDES RELLENOS A LA MALAGUEÑA



La hermana pequeña de mi abuela Carmen Rosa, aparentemente tenía una figura frágil, bajita, con blancos cabellos trenzados que con soltura recogía con sus doloridas manos haciéndose un coco, dulce y cariñosa, con una fortaleza inmensa a pesar de sus años y achaques, se llamaba Mercedes.  

Con ella, cuidándola, vivía mi madrina Pepa y su marido, mi padrino Salvador, cuya única pasión era la cría y cuidado de sus pájaros canarios, a los que mimaba como si se tratasen de sus propios hijos, no les faltaban su alpiste, hojitas de lechuga malagueña, huevo duro y semillas de pimientos ensartados entre las rejas de los grandes jaulones del largo pasillo por el que salíamos al patio, donde mi madrina criaba gallinas, conejos y algún que otro pavo.

Recuerdo una amplia casa a la que para entrar teníamos que subir un alto escalón predestinado a las posibles “rías” que cuando llovía inundaban las calles sin asfaltar de la marinera barriada del Palo.   Era parada obligada cada día camino a casa de mi abuela, a primera hora de la tarde.

Mientras la tita Mercedes hacía merengue, mi madre molía café apoyando en su vientre el viejo molinillo y mi madrina hervía la leche; ésa leche de antes, que en su hervor supuraba una apreciada y blanca espuma de la que se recogía con una cuchara la exquisita nata que tanto gustaba a mi madre.   Los críos, mi hermano y yo como alguna que otra sobrina nieta a las que tenían casi adoptada, pululábamos alrededor de la enorme mesa de la cocina-comedor, para poder ver la tele  sentados en sus palos, embobados, con los ojos como platos, muy pendientes de aquellos primeros dibujos animados de principio de los años 60, o a la perrita Marilyn a quien le daba vida Herta Frankel. 

Las voces del televisor se mezclaba con los melodiosos cantos de los pájaros canarios, la charla de los mayores, los ladridos de los perros y algún maullido de gatos de una vecina cercana.    

Se fundía el olor a leche hervida, a café de pucherete recién hecho con el olor a hule que desprendía el mantel de la mesa, de cuadros verdes, en cuyo centro reposaba sobre un plato de cristal un blanco botijo.  ¿Hay quien lo recuerda aún?  Aquellos típicos botijos de barro blanco que mantenía el agua fresca, que buscábamos para saciar la sed pudiendo beber a “chorro” haciendo alarde de no mancharnos.

¿Sabían que “botijo” viene del latín “buttis” que significa “odre”?  Botijo, búcaro, cantaro, cachucho….pieza de alfarería que se ha ido difuminando su imagen incluso en nuestra memoria tras la llegada del frigorífico, fiel compañero rural, acompañante en las cocinas de antaño, ahora casi olvidado……

Al igual que van cayendo en el olvido recetas, platos ancestrales y costumbres gastronómicas de nuestra querida Málaga.    Yo intento poner mi “granito” de arena a través de Mi cocina virtual recordando aquellos pasos que me enseñaron mis mayores, procurando que la cocina típica malagueña que se consumía en casa perdure a través de estos caminos virtuales.

En ésta ocasión, ya que es su época y los pimientos “italianos” como los llamamos en nuestra provincia, están en todo su esplendor, los he prepara rellenos a la malagueña, con su salsa de almendras……

¿Cómo los hice?
   
En un bol poner carne de ternera picada, dos ajos y un trozo de cebolla muy picaditos, un vaso de leche, dos huevos, sal al gusto, perejil picado y pan; mezclar todo muy bien (aconsejo amasar con las manos) procurando que quede homogénea y que liguen bien todos los ingredientes. y reservar.

Lavar bien los pimientos y quitarles el rabo, sacando las semillas de dentro con cuidado de no romperlos e ir rellenando con la carne picada.
Mojar la punta con harina para que no se salga la carne.

En una sartén con aceite de oliva virgen extra freir los pimientos, salando previamente durante unos minutos con cuidado de que no se quemen, escurrirlos bien y reservarlos.  

Mientras, en una sartén con cinco o seis cucharadas soperas de aceite, freir uno o dos dientes de ajo (pelados) y enteros sin que se llegue a quemar; en el mismo aceite freir un buen puñado de almendras (cuidado de que no se quemen, porque amargaría la salsa) retirar y reservarlas junto con los ajos.
En la misma sartén freir una rebanadita de pan.

Echar en el vaso de la minipimer (antiguamente se hacia majándo todo en un mortero), las almendras, los ajos, el pan, un vaso de vino blanco y otro de agua, salando al gusto y dejando a potencia máxima unos minutos de tal forma que la salsa quede bien fina y sin grumos.
En una cacerola plana echar la salsa y llevar a ebullición, añadir los pimientos y dejar cocer unos cinco minutos (si fuese necesario para que no quede demasiado espesa añadir agua), probar de sal.

Y ya saben mi consejo: disfruten de Málaga, de su sol, de su clima, de sus paisajes, de su gastronomía…. pinchando AQUI encontrarán todas mis recetas malagueñas

14 comentarios

  1. Ya sabes que estos pimientos los prepararé en casa en cuanto me sea posible, han tenido que estar buenísimos con esa salsa. El relleno es del agrado de todos asi que no tengo excusa.
    Con las patatinas al lado, coronas un plato de diez Carmen Rosa.

    besines mil

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  2. me lo tengo q hacer si o si. xq la pinta es deliciosa!!!

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  3. muy ricos,mi madre los hace y ella rellena también con la misma carne,la cebolla y el tomate,tu salsita es de esas de mojar una barra de pan enterita! ...besos

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  4. Esos pimientos que a mi me vuelven loca y siempre tengo en casa, los italianos de piel finita..una receta estupenda.
    Y tu relato entrañable, maravilloso y literario como siempre, rebosando la ternura como la leche cuando hierve a borbotones y nos deja el poso de la nata, tu dejas tu estampa
    que huele a hogar y a una infancia preciosa.

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  5. Ese relleno es una maravilla, que cosa tan estupenda.

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  6. Qué apetitosos esos pimientos......me imagino cómo saben. Y ese relato que parece una copia de mi infancia, allá por Asturias. Tan lejos y tan cerca.

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  7. Estos pimientos deben estar riquísimos, pero me encantan esas historias que nos cuentas de tu niñez, es como poder volver a épocas pasadas, cuando una es pequeña todo es perfecto y eso queda en nuestros recuerdos para siempre.
    Besos.

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  8. La receta es espectacular, con lo que me gustan los pimientos éxito seguro, pero has vuelto a hacerlo Toñi, veo a mi madre con el molinillo tal como lo describes, y a mi padre casi robando la nata de la leche y cubriéndola de azúcar para comérsela, porque decía que eso era muy fuerte para los niños y por eso haciendo un gran sacrificio se la zampaba el solo, ya que a mi madre no le gustaba jajaja. Y lo del botijo.......en mi pueblo le decimos "PIPOTE" pero incluso cuando yo tenia casi 12 años y nos vinimos a Sevilla ese Pipote se vino con nosotros, aún hoy en día lo tiene una de mis hermanas como oro en paño, porque debe tener con 60 años o más. Me encanta como cuentas las cosas, porque te lo prometo, he cumplido 54 años, pero siempre que te leo, siento el olor y las risas de mis padres, de mi pueblo, en definitiva vuelvo a mi niñez que tan feliz fué, por eso una vez más te doy las gracias. Besitos

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  9. Hola, Toñi; una vez más me quedo embobada con tus historias. Son retratos tan auténticos que me parece estar ahí, oliendo el café... Y la receta es todo un clásico, mi madre los hacía igual. Gracias.

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    1. Buenas tardes...éstas iniciales me dan la sensación de que eres Maria Jose B. tal y como te indiqué en mi último correo es un placer encontrarte por "Tu cocina" y te reitero mi agradecimiento por tus amables y cariñosas palabras....

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  10. Hola mi niña guapa tu

    Precioso relato real como la vida misma, y maravillosa receta sencilla, sana y llena de amor

    mil petonets Susanna

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  11. I love stuffed peppers - these look fantastic.

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Muchas gracias por visitar "Mi cocina", por escribir un comentario, lo cual me anima a continuar compartiendo lo que se cuecen por mis fogones y lo valoro enormemente.
Si tiene alguna duda o consulta, indiquelo, contestaré lo antes posible.