POTAJE DE LENTEJAS PARDIÑAS CON ARROZ
En la barriada malagueña de El Palo en parapelo a las vias del tren, desde su estación hasta el puerto deportivo de El “Candao” majestuosos eucaliptos velaban el paso del tren conocido como “la cochinita” y unos años antes al tren de vapor, que llegué a conocer, de donde mi madre recogía agua caliente en su rápida parada, transportándola con un cubo de estaño en cada mano, corrían los primeros años de 1950.
Los impresionantes eucaliptos que en los frios dias de invierno, cuando el levante nos transportaba el salitre de la mar desde el mismo rebalaje nos arrullaban cantando al unísono con las olas.
En esos dias calurosos malagueños, cuando el sol apretaba con sus rayos, la hermosa arboleda nos regalaba con su espesura y frondosidad sombra sobre mi casa.
En los largos dias de invierno pegada al ventanal, sentada en mi querida butaca, leyendo tebeos de hadas y escuchando de fondo la lluvia, el viento y el canto de las hojas de los eucaliptos y en verano esos mismos arboles me permitían poder jugar en el entorno de su grueso tronco y sentarme en sus raices con un bastidor intentando aprender a bordar como mi madre, agradeciéndo el abanicar que sin cansancio nos hacían, dándonos un soplo de frescor en las largas tardes veraniegas.
Mis dias de verano transcurrían felices y tranquilos, por las mañanas y una vez que la Virgen del Carmen el 16 de Junio bendecía el mar ayudada por los marengos en procesión, a hombros, como sólo los malagueños que transportan en los tronos a sus santos saben hacerlo, entonces era cuando nos podíamos bañar en la mar. Ya al día siguiente, mi madre me permitía cruzar las vías del tren y y frente al añorado restaurante Casa Pedro, con mi enorme cámara de rueda de camión negra, a modo de flotador, más alta que yo, y que me traía mi padre de los autobuses Suburbanos en los que trabajaba como conductor, me iba a la playa.
A la vuelta, el menú que nunca olvidaré, después de un reconstituyente baño en el patio de mi casa con agua fria para quitarme el salitre: potaje de lentejas con arroz,
boqueroncitos vitorianos fritos en manojitos y cerezas.
El potaje , en ésta ocasión de lentejas pardiñas tal y como lo preparaban mi familia, intento hacerlo yo, pero garantizo que no me sabe igual; será el agua, los ingredientes que por mucho que una quiera no son como los de antes, aunque creo que es la falta de las manos amorosas de mi madre.
Ella lo hacía siguiendo estos pasos:
En una olla con agua y un buen chorreón de aceite de oliva virgen (a ser posible de Periana) cocer un tomate, un pimiento verde, media cebolla y una cabeza de ajo asada.
Una vez cocidos pasar por la minipimer el tomate, el pimiento y la cebolla y agregar el resultado nuevamente a la olla (ésto último no lo hacía mi madre, nos encontrábamos los trozos muy hechos, ya que se deshacen a fuego lento, pero a mi familia no le gusta encontrar la verdura y consigo con ésta técnica que se la coman al estar incorporadas en el caldo).
Cortar una zanahoria y un chorizo en rodajas y añadirlos al caldo.
Agregar azafrán ( en su defecto colorante alimentario) y dos hojas de laurel.
Echar las lentejas, dos puñados por comensal, a media cocción a fuego lento(teniendo en cuenta que el arroz necesita unos quince minutos de cochura), añadir patatas cortadas a cascos (que en ésta ocasión no puse para no hacer el plato tan completo) y uno o dos puñaditos de arroz al potaje y salar al gusto en éste momento (si se añade sal al principio, se despegarían las pieles de las lentejas).
Retirar del fuego y dejar reposar, en ése momento poner dentro de la cacerola unas cuantas rodajas de morcilla, a fin de que cuezan fuera del fuego y no se deshagan.
Hoy en día pueden encontrar chorizos y morcillas de Málaga, prueben las de Alhaurin el Grande, Ronda, o de cualquier otro lugar de la provincia; les encantará.
Yo sigo con el antiguo hábito de acompañar éste riquisimo plato danbo bocados a un pimiento verde, o la tradición de morder un casco de cebolla ó rabanos con un poco de sal a ser posible picantes.
¡¡ Disfruten de mi tierra !!
Los impresionantes eucaliptos que en los frios dias de invierno, cuando el levante nos transportaba el salitre de la mar desde el mismo rebalaje nos arrullaban cantando al unísono con las olas.
En esos dias calurosos malagueños, cuando el sol apretaba con sus rayos, la hermosa arboleda nos regalaba con su espesura y frondosidad sombra sobre mi casa.
En los largos dias de invierno pegada al ventanal, sentada en mi querida butaca, leyendo tebeos de hadas y escuchando de fondo la lluvia, el viento y el canto de las hojas de los eucaliptos y en verano esos mismos arboles me permitían poder jugar en el entorno de su grueso tronco y sentarme en sus raices con un bastidor intentando aprender a bordar como mi madre, agradeciéndo el abanicar que sin cansancio nos hacían, dándonos un soplo de frescor en las largas tardes veraniegas.
Mis dias de verano transcurrían felices y tranquilos, por las mañanas y una vez que la Virgen del Carmen el 16 de Junio bendecía el mar ayudada por los marengos en procesión, a hombros, como sólo los malagueños que transportan en los tronos a sus santos saben hacerlo, entonces era cuando nos podíamos bañar en la mar. Ya al día siguiente, mi madre me permitía cruzar las vías del tren y y frente al añorado restaurante Casa Pedro, con mi enorme cámara de rueda de camión negra, a modo de flotador, más alta que yo, y que me traía mi padre de los autobuses Suburbanos en los que trabajaba como conductor, me iba a la playa.
A la vuelta, el menú que nunca olvidaré, después de un reconstituyente baño en el patio de mi casa con agua fria para quitarme el salitre: potaje de lentejas con arroz,
boqueroncitos vitorianos fritos en manojitos y cerezas.
El potaje , en ésta ocasión de lentejas pardiñas tal y como lo preparaban mi familia, intento hacerlo yo, pero garantizo que no me sabe igual; será el agua, los ingredientes que por mucho que una quiera no son como los de antes, aunque creo que es la falta de las manos amorosas de mi madre.
Ella lo hacía siguiendo estos pasos:
En una olla con agua y un buen chorreón de aceite de oliva virgen (a ser posible de Periana) cocer un tomate, un pimiento verde, media cebolla y una cabeza de ajo asada.
Una vez cocidos pasar por la minipimer el tomate, el pimiento y la cebolla y agregar el resultado nuevamente a la olla (ésto último no lo hacía mi madre, nos encontrábamos los trozos muy hechos, ya que se deshacen a fuego lento, pero a mi familia no le gusta encontrar la verdura y consigo con ésta técnica que se la coman al estar incorporadas en el caldo).
Cortar una zanahoria y un chorizo en rodajas y añadirlos al caldo.
Agregar azafrán ( en su defecto colorante alimentario) y dos hojas de laurel.
Echar las lentejas, dos puñados por comensal, a media cocción a fuego lento(teniendo en cuenta que el arroz necesita unos quince minutos de cochura), añadir patatas cortadas a cascos (que en ésta ocasión no puse para no hacer el plato tan completo) y uno o dos puñaditos de arroz al potaje y salar al gusto en éste momento (si se añade sal al principio, se despegarían las pieles de las lentejas).
Retirar del fuego y dejar reposar, en ése momento poner dentro de la cacerola unas cuantas rodajas de morcilla, a fin de que cuezan fuera del fuego y no se deshagan.
Hoy en día pueden encontrar chorizos y morcillas de Málaga, prueben las de Alhaurin el Grande, Ronda, o de cualquier otro lugar de la provincia; les encantará.
Yo sigo con el antiguo hábito de acompañar éste riquisimo plato danbo bocados a un pimiento verde, o la tradición de morder un casco de cebolla ó rabanos con un poco de sal a ser posible picantes.
¡¡ Disfruten de mi tierra !!
10 comentarios
Como pasa el tiempo eh???hay que disfrutar y con estos platillos de nuestras mamis, mucho más
ResponderEliminarQué bien sienta un plato de lentejas. Acostumbro a hacerlas con arroz si quiero que mi hijo las coma, es la única manera de que se las coma.
ResponderEliminarBesos.
Carmen Rosa, a veces las recetas tradicionales, nos transportan a una época que recordamos con añoranza, a pesar, de que no era la mejor en algunos aspectos.
ResponderEliminarTu receta es estupenda y además a mí, particularmente, es un plato que me chifla.
Con afecto
Jorge.
Carmen Rosa, mi comida favorita son los lentejas, pero me las sirves de segunda boquerones no se lo que me gusta mas. Me quedo con los dos. Un beso grande.
ResponderEliminarMe encantan las lentejas Carmen Rosa!! Y siempre me sabrán mejor las de mi madre que ninguna otra... Fantástica receta!
ResponderEliminarUn besiño.
Qué cantidad de historias tienes siempre para contarnos. Me encanta la cocina tradicional y además siempre está ligada a tan buenos recuerdos....
ResponderEliminarUn saludo, Begoña
Carmen Rosa guardame un platito que en casi tres horas estoy ahí. Un saludo desde Almería
ResponderEliminarUn plato contundente y que viene muy bien, en mi casa no falta una vez en semana...aunque haya alguna protesta por parte de mi hija. ..
ResponderEliminarBesos guapa
Simplemente precioso
ResponderEliminarSimplemente precioso
ResponderEliminarMuchas gracias por visitar "Mi cocina", por escribir un comentario, lo cual me anima a continuar compartiendo lo que se cuecen por mis fogones y lo valoro enormemente.
Si tiene alguna duda o consulta, indiquelo, contestaré lo antes posible.