LUBINA ASADA EN PAPILLOTE RELLENA DE LANGOSTINOS, ESPARRAGOS, CHAMPIÑONES, PASAS Y PIÑONES
Suena el despertador a pesar de ser
Domingo, era las ocho de la mañana; un Domingo cualquiera de aquel mes de
Agosto, miro por la ventana y a lo lejos puedo ver la mar, está en calma y los
árboles de alrededor me hacen comprobar que no sopla nada de viento.
Bajo a la cocina y como una autómata
pongo en marcha la cafetera, coloco el pan en el tostador y el inconfundible
olor a café y a pan recién tostado despiertan mis sentidos, sustituyendo el
sueño por el ánimo y el deseo de salir enseguida para la playa.
Termina de despertarme sus saltos por
la escalera, bajaba ilusionada con su pequeño traje de neopreno ya puesto, sus
aletas en la mano, en su cabeza como si de una felpa se tratara había encajado
sus gafas de buceo de la que colgaba el tubo dándoles golpes en la mejilla.
Venga…¡¡¡ vámonos….ya estoy lista !!!! Tranquila, le contesté, desayuna, tómate tu
vaso de leche, tus tostadas con aceite….que el mar no se va, la playa no la cierran.
Aún no tenía siete años y era
inevitable que más temprano que tarde, quisiera su propio equipo de buceo, algo
imposible de conseguir para un cuerpo tan pequeño, aunque la solución la
encontré en los trajes de windsurfing.
Llegó la hora y ponemos rumbo a la
playa, buscando siempre los roqueos. El
trayecto es corto pues las calitas quedan a menos de veinte minutos de casa,
donde aún, a pesar de la presión del ladrillo, quedan pequeñas zonas donde el
mar aún resiste el deterioro de la mano del hombre.
La mala fortuna o quizás fue la fortuna,
hizo que días anteriores un famoso hotel hubiese intentado “rellenar” la
pedregosa orilla dragando arena con un sistema de bombeo mediante tubos que
transportaba dicha arena desde bancos mar adentro, removiendo los sedimentos y
todos aquellos pequeños animales que sirven de alimento a los peces: lombrices,
pequeñas almejas, coquinas, navajas y toda clase de bivalvos.
Por lo que no sólo acudían los peces a
saborear las delicias de los roqueos colindantes, sino que se acercaban al
mismísimo rebalaje procurando aprovechar tantas delicias como removía
suavemente las pequeñas marejadillas.
Me
preparo con mi equipo de buceo y ella ya preparada, sentada en la misma orilla mira al horizonte, al azúl del mar y me imita,
escupe en sus gafas, coloca el tubo en la correa, se coloca esos guantes
pasados, llenos de agujeros que tantas veces usé yo descubriendo los fondos
marinos; ella me imita, nos ponemos las aletas, limpiamos las gafas y las
ajustamos a nuestro rostro al unísono.
Son las diez de la mañana, aún está el
agua fría, pero clara, limpia y transparente; nos dejamos deslizar suavemente,
cogidas de la mano.
¡¡ Ni en mis
mejores sueños me hubiera imaginado que ése mar que tanto quiero, por el que
siento pasión, me regalaría el vivir ésa experiencia: la primera inmersión de
mi hija, disfrutar y comprobar como descubría ése gran espectáculo de la vida
submarina !!
Nos vamos adentrando en la mar,
aleteando suavemente, tal y como le enseñé, para no espantar los peces….ella
cogida fuertemente de mi mano, la miro a los ojos, los abre tanto que casi sus
pupilar parecen ocupar toda la superficie de las gafas; le pregunto con la mano
si todo va bien, haciendo la señal de los buzos: un redondel con el dedo pulgar
e índice y los otros dedos rectos….ella me contesta que sí, haciendo
movimientos con la cabeza…
Va cogida fuertemente de
mi mano dándome apretones y tironcitos, señalándome con el dedo cada vez segundo,
bien porque ha visto algún pez, un alga, algo que se mueva le llama la
atención…
Abre aún más sus bonitos ojos viendo
por primera vez las herreras, las viejas, las coloridas doncellas y se
sorprende al ver los sargos y las doradas comiendo entre los mejillones y
erizos, que bailan al mismo compás que las anémonas y las innumerables algas;
bailan al son de las corrientes que van y vienen entre la espuma de las olas.
Alucina viendo los pequeños bancos de
boqueroncitos y jurelitos, cuando me da un pequeño tirón al ver pasar una
lubina ¿O era un robalo? Rápidamente detrás de los pequeños boquerones.
Seguimos deslizándonos por la
superficie, como si estuviésemos volando sobre un bosque de un cuento de hadas,
cuando de pronto, mimetizada, inmóvil distingo una jibia; ella no la ve, no
puede distinguirla, intento soltarme de su mano para bajar y noto su miedo en
su mirada, los ojos muy abiertos me pedía que no la soltara….consigo
tranquilizarla dejándola flotando un segundo y con un golpe de riñón, bajo
consiguiendo que el animal se mueva….ella sigue alucinando cogida ya de mi
mano.
En los bancos de arena, un grupo de
salmonetes remueven el fondo con sus bigotes, otro un poco más alejado estaban
quietos, como dormitando y no se espantan, estaban como embriagadas quizás de
tanto comer…..
Todo ése espectáculo de vida y color
por todos sitios, lo veíamos desde arriba; eran sus primeras imágenes
submarinas,….y no sentía miedo alguno.
en la misma orilla....los pequeños pulpos nos miran a los ojos, quizás tan sorprendidos como ella, estudiándose mutuamente, sin temor alguno....
Mi niña no quería salir del mar aunque
empezaba a sentir frio y sus labios que aguantaban el tubo comenzaban a temblar
y a cambiar de color……pero hay que volver a la playa, a nuestra playa que ya se
va llenando de bañistas, de niños que juegan en la “innatural” arena sacada inutilmente del
fondo del mar (Con el tiempo el mar se llevará lo que es suyo y volverán las piedras y las rocas a ser escondrijo de sus habitantes).
Sentada en la orilla miro a mi niña aún
absorta con las maravillas que acaba de dejar atrás y escucho las voces de los
chiquillos, incluso a sus madres señalando a mi hija….¡¡ Mira mamá, el buzo es
una niña muy pequeña….!!
Han pasado unos quince años desde
entonces, ella, ha heredado mi traje de buceo…..quizás como me ocurre a
mi, en su ser, en su cuerpo tenga incrustrado el salitre de la mar, de ése mar
que baña las playas malagueñas.
Hoy, preparando una lubina (una baila o un robalo), me viene
a la memoria mis momentos de buceo, ésos ratos maravillosos que sin lugar a
dudas son regalos que me da la vida, sin los que no podría vivir.
¿Cómo la he hecho?
Rellena, en papillote…al horno.
Sencillamente deliciosa.
Ingredientes para dos personas:
Una lubina grande, seis langostinos, seis espárragos verdes,
dos champiñones, una cebolla pequeña (tipo cebolleta fresca, la parte blanca),
seis cucharadas soperas de aceite de oliva virgen extra (en ésta ocasión de
Morón, Periana…malagueño), un puñado de uvas pasas (de la Axarquia malagueña) y
otro puñadito de piñones, medio limón, sal y papel de aluminio.
Los pasos a seguir:
Pedir al pescadero que abra la lubina y la prepare para el
horno quitándole la espina central (como dirían los antiguos hombres de la mar,
los marengos malagueños: la raspa).
Precalentar el horno a 180º C, mientras:
Cortar la cebolla en trozos finos y alargados. Los
champiñones lavarlos y secarlos con papel de cocina, cortándolos posteriormente
en láminas (se suelen encontrar ya laminados en los supermercados).
En una sartén echar la mitad del aceite y pochar a fuego
lento la cebolla salando previamente; una vez que esté transparente añadir las
láminas de los champiñones, dorando tanto la cebolla como los champiñones
durante dos minutos, con cuidado de que no se lleguen a quemar.
Pelar los langostinos.
Poner el papel de aluminio dentro de una fuente especial
para hornear.
Colocar el pescado sobre el papel de aluminio, salar al
gusto.
Echar sobre uno de los lados del pescado la cebolla y los
champiñones repartiéndolo a lo largo del pez.
Colocar encima los langostinos intercalándolo con los
espárragos.
Añadir las pasas y los piñones, regar con el zumo del limón y
el resto del aceite, un poco de sal colocando con cuidado el otro lado de la
lubina encima del relleno, cerrando el papel de aluminio de forma envolvente.
Meter en el horno y dejarlo durante unos veinte minutos
aproximadamente (va en función del tamaño del pescado).
Sacarlo del horno y abrir con cuidado el papel de aluminio.
Servir repartiendo cada parte de la lubina y del relleno
para ambos comensales.
El mar…siempre la mar.
4 comentarios
Qué relato tan bonito, qué experiencia tan grata fue para ti y para tu hija esta primera inmersión bajo el mar.
ResponderEliminarHas preparado la lubina de una forma muy rica. No suelo hacerla así porque me da la impresión que se va a romper y a salir el relleno por todas partes.
Besos.
Muy bonito relato Toñi, los niños suelen heredar los gustos de los padres, y esa lubina esta pa chillarle de buena, con todo lo que lleva debe ser una delicia, un beso guapa
ResponderEliminarUummmmmmmmmmmmmmmm babeando me tienes me encanta la lubina asada y asi con ese relleno se ve de relujo y seguro sabia mejor.
ResponderEliminarComo siempre un placer venir a visitarte y dusfrutar de tus maravillosos post y receta.
Bicos mil wapisimaaaaa.
Qué gusto me da entrar en tu cocina, ahora ya, como Pedro por la suya. Muy buena receta, Toñi, pero lo que más me ha gustado es que casi he tenido la experiencia de bucear. Tu cocina siempre huele a fogones ricos pero, sobre todo, huele a sal y biznagas. Gracias y un beso muy grande.
ResponderEliminarMuchas gracias por visitar "Mi cocina", por escribir un comentario, lo cual me anima a continuar compartiendo lo que se cuecen por mis fogones y lo valoro enormemente.
Si tiene alguna duda o consulta, indiquelo, contestaré lo antes posible.