Hace unos días leí un texto cuyo autor desconozco, por ello no lo indico,
haciendo alusión a un anuncio televisivo de éste año, dice así:
Se acercan las
Fiestas y empiezan los preparativos: los regalos, la decoración, el menú de la
cena, el lugar donde reunirse.
Y aparece la pregunta inevitable: “¿Cuántos somos el
24?”. Y en la respuesta, aparecen, implícitamente, las “sillas vacías”, las
personas que no están.
La persona que está lejos, la que la vida llevó por
otro camino, la que eligió no estar, la que se enemistó, la que se llevó la
muerte…
Y aparece la tristeza. Y las “sillas vacías” duelen. Y
necesito ese abrazo contenedor y prolongado que no va a llegar.
Y extraño tu sonrisa. Y los ojos se llenan de
lágrimas. Y duele.
Pero es la realidad. Y a la realidad hay que
aceptarla. Entonces suspiro hondo y giro la cabeza. Y veo las “sillas
ocupadas”. Son las personas que me aman. Y sonrío.
Así es parte de la vida: pérdidas y ganancias. Así voy
a brindar el 24, con lágrimas contenidas por las “sillas vacías”, y sonriendo
desde el alma por las “sillas ocupadas”.
Feliz. Sí, feliz a pesar de la tristeza. Porque ser feliz no es necesariamente estar
alegre. La alegría es una emoción pasajera que termina cuando el buen momento
finaliza.
La felicidad es otra cosa. Es un estado del alma. Ser
feliz es estar en paz. En paz sabiendo que estoy recorriendo el camino
correcto, el que coincide con el sentido de mi vida, el de mis errores y
triunfos, con mis miedos y mi coraje.
Mi camino, el que yo elegí. Un camino en el que hice
todo lo que pude, y más, por los que no están, a los que me brindé
incondicionalmente, a los que amé.
Llega un año más estas entrañables fechas: Navidad; días y momentos especiales para muchos y tristes, melancólicas para otros, todo depende del enfoque, de las creencias religiosas, de las costumbres, del entorno y de las circunstancias personales de cada persona.
Si es de serles sincera, a mí las Navidades me sumen en gran medida tristeza, pero también hay muchas alegrías; son días más que tristes, melancolicos porque sobre todo
me traen a la memoria los rostros y las voces de quienes se han ido. También me llegan
junto con las risas, la música y canciones navideñas las lágrimas y el pesar de
aquellos que sufren; a la par que a mi corazón y a mi mente llegan aquellas personas a
quienes quiero y que no pueden e incluso
no quieren, sea por lo que fuere, acompañarme en éstos días en los que se
presupone que hay que estar en cierta medida unidos emocionalmente deseándose
felicidad.
Aunque
la costumbre impuesta por la sociedad nos dice que incluso hay que estar
alrededor de una mesa especial, con manjares especiales, como si el resto del
año no se tuviese las mismas oportunidades de realizarlo.
Sí, quizás nos pasamos la vida pensando en lo que nos falta, en lo que nos gustaría que fuera y en lo que podía haber sido, en lo que aún no hemos logrado y pasamos éstos días en gran medida en la carencia esperando algo de los demás que igual no llega.
Por ello, más que nunca en estas Fiestas Navideñas, en éste año, como todos los días, como siempre debería ser, creo firmemente y me convenzo que deberíamos ser más agradecidos y consciente de lo que sí tenemos, de quienes tenemos a nuestro lado, de quienes nos quieren…..que siempre es más de lo que pensamos.
Hay que aparcar y olvidar qué y quien nos falta, dejar los lamentos para otros momentos, en ser más agradecido, intentar aportar al máximo alegría, cariño y valores positivos a quienes nos rodean y hacer propósito de enmienda que ésos sentimientos de paz, amor y felicidad se transmitan no sólo en unos días del año, en Navidad, sino que sean todos, todos los días, los 365 días.
Quizás por todo ello, éste año “Mi Cocina” no deja un “menú” específico, ni les aconseja qué preparar en sus cocinas, porque siento hoy más que nunca, que cualquier comida, cualquier día del año debe ser festivo en nuestros corazones, en nuestras mesas, en nuestras relaciones personales con familiares, amigos y conocidos. Que unas simples “papas” fritas con huevo sin una fecha predestinada por la sociedad en la que vivimos y en la que nos educaron sea la mejor receta para celebrar sencillamente lo que realmente debería importar: el amor y la armonía.
Espero y
deseo que puedan sonreír a pesar de esas sillas vacías, que puedan disfrutar
aun cuando no puedan contener las lágrimas, que puedan sentir gratitud por
haber compartido tu vida con los que no están.
Que
el perdón, la comprensión, la compasión, la paz, la abundancia y la bondad les
invadan con generosidad y ante todo les deseo salud, amor y felicidad. Desde "Mi Cocina" a tod@s mis seguidores y amig@s.
2 comentarios
Las sillas vacías siempre duelen, pero hay que verlo de otro modo, hay que fijarse en las sillas ocupadas y a pesar de todo intentar ser lo más felices posible que la vida pasa muy rápido.
ResponderEliminarFelices Fiestas con todos los que te quieren Toñi.
Besos.
Apoyo tu comentario, estoy de acuerdo, hay que aceptar con resignación, todo lo que la vida nos trae y pedir más tolerancia entre la familia, un corazón sencillo y humilde, felices fiestas Toñi y bendiciones para tu familia.
ResponderEliminarMuchas gracias por visitar "Mi cocina", por escribir un comentario, lo cual me anima a continuar compartiendo lo que se cuecen por mis fogones y lo valoro enormemente.
Si tiene alguna duda o consulta, indiquelo, contestaré lo antes posible.