JIBIA EN SU TINTA
Vivo en un lugar lleno de verdor, con frondosas arboledas,
parques y jardines, desde donde cada día puedo ver la mar, me llega su olor a
salitre que se mezclan con los olores a tomillo y romero de las montañas que
abraza y rodea la zona por la que cada dia camino, con unas preciosas vistas de
la Bahia malagueña, cerca está la rica
Vega del Valle del Guadalhorce.
Una zona tranquila, sin grandes ni altos edificios, la gran mayoría
de viviendas son unifamiliares, pero existe todo tipo de comercios y casi todas
las “grandes” superficies en un radio muy limitado.
Quienes siguen y tienen la paciencia de
leer las entradas de las recetas de “Mi cocina”, sabrán que el pescado que
cocino suelo comprarlos en dos mercados malagueños, a los que me desplazo los
Sábados por la mañana, es allí donde encuentro
la calidad y la variedad que a mi personalmente me gusta, el mercado de Huelin
y el maravilloso mercado de Atarazanas, el mercado central como le llamamos los
malagueños, a pesar de que puedo encontrar pescado en unas cinco pescaderías cercanas
(sin contar los supermercados). De
todas ellas, solamente hay una que me merece mi total y absoluta confianza.
En la calle más comercial, en un antiguo y pequeño local, cuya fachada es un gran escaparate de cristal,
subiendo dos escalones se accede al recinto y en un no muy grande, inmaculado e
impoluto mostrador de mármol blanco, expone sus dueños, una encantadora pareja,
la mercancía del día, la gran mayoría pescada en la costa de Fuengirola:
sardinas, boquerones, jureles, tapaculos, pijotas, almejas, coquinas, gambas de
Málaga, conchas finas…... lo que da nuestra mar.
Dos pesos cuelgan del techo, que junto con redes, conchas y
caracolas marinas, te hacen recordar los enseres marineros; en la pared no
podía faltar la Virgen del Carmen, con su flores y su luz….esa luz, que siempre
guía a los marengos.
Allí suelo ir entre semana, muy a primera hora, casi los
encuentro sacando el pescado de las cajas de corcho, en su interior esos
pescados plateados, brillantes, casi “vivitos y coleando”…… él atiende y ella,
amablemente, me limpia y prepara lo que les compro.
En ésta ocasión unas jibias del tamaño de la palma de mi
mano, tres pesaron unos 700 gramos.
¿Se las limpio?......... No, muchas gracias.
¡ Si no me cuesta ningún trabajo !... Si es que las voy a hacer enteras.
Bueno, le quito el interior, la tinta y el jibión y se la
dejo entera........ No, de verdad, gracias de
todas formas, es que las dejo enteritas, con todo, absolutamente todo su
interior, ni el jibión se lo quito…..
Se sorprendió mi pescadera……No le pude explicar, porque
había más de cinco personas esperando su turno, de que las ví tan frescas (y no
por la acción de cámaras frigoríficas), que voló mi imaginación y recordé lo
que comen éstos animalitos, algo que he tenido la oportunidad de observar muchísimas
veces en mi vida mientras buceo: pequeños peces, crustáceos (camarones, gambas,
cangrejos, etc.).
Así que podrán imaginar el sabor a marisco tan exquisito que
tiene el interior de una buena jibia; ya viene “rellena” por la madre
naturaleza.
Así que enterita, sólo enjuagándola previamente, llegaron a
mi sartén y de ahí a la bandeja.
¿Cómo las preparé?
En una sartén anti-adherente echar un
generoso chorreón de aceite de oliva virgen (malagueño a ser posible, uso hoy
por hoy de Riogordo).
Salar las jibias al gusto.
Ponerlos en la sartén, a fuego fuerte,
por la parte contraria de donde tiene el jibión y dejar hacer hasta que estén
doraditos.
Darles la vuelta y en ése momento añadir
dos o tres dientes de ajo cortados en láminas y dejar que que se hagan, aproximadamente
unos diez minutos.
Retirar las jibias y emplatar,
retirándoles el jibión previamente (la concha).
Echar el zumo de un limón y remover a
fin de que mezcle bien con el aceite, con lo “quemaito” de las jibias, con su
tinta y todos los exquisitos jugos que han ido soltando.
Espolvorear perejil picado y regar las jibias
con ésta salsita.
¡¡ Buen provecho !!
Y disfruten de los manjares malagueños.
7 comentarios
Nunca las prepare asi tomo nota
ResponderEliminarMe gustan las sepias, pero nunca las he hecho enteras, imagino que es muy distinto cuando están tan frescas que cuando no sabes desde cuando llevan fuera del agua.
ResponderEliminarBesos.
Pues yo nunca las he comido tampoco así, que buenas.
ResponderEliminarSaludos
Qué lujo ! tu si que sabes! Un beso
ResponderEliminarCArmen Rosa: Son las 6 de la tarde, me acabo de despertar de la siesta y mi estomago ya está segregando jugos gástricos y deseos de comerme ahora mismo esas jibias con tan buena pinta. Una vez compré una grande a los pescadores de La Cala, y regresé a casa con mi galardón. "Creía que la había pescado yo misma", y cuando quise cortarla para hacerla en salsa, el premio se deslizaba entre mis manos y yo, primeriza en la tarea, las sudé para poder manejarla. Mi madre siempre la hacía en salsa y me encantaba pero así con todos sus jugos mucho mejor. Saludos Pepa y gracias por la receta de hoy. Ya tengo otra más para mi colección: RECETAS CARMEN ROSA.
ResponderEliminarUhmmm, que ricas las jibias. Viendo tu receta me he acordado que hace tiempo que no las hago, con lo que le gusta a mi Manolo. Gracias por recordarmelo, mañana iré al mercado a ver si hay. Un beso
ResponderEliminarAsí, así es como me gustan enteritas, con todo su jugo. Yo también soy partidario de hacerlas sin limpiar. Pero no sólo las jibias, también los calamares incluso algunos pescados que yo he capturado y sé que son frescos prefiero hacerlos sin limpiar, porque el sabor es más intenso. A los que nos gusta el sabor a mar nos entendemos... Besos
ResponderEliminarMuchas gracias por visitar "Mi cocina", por escribir un comentario, lo cual me anima a continuar compartiendo lo que se cuecen por mis fogones y lo valoro enormemente.
Si tiene alguna duda o consulta, indiquelo, contestaré lo antes posible.