ROSCOS O ROSQUILLAS DE VINO, MIEL Y MATALAHÚVA DE SEMANA SANTA

Hay quien dice que en Málaga, en Semana Santa, se reza cantando y aplaudiendo; creyentes y no creyentes, malagueños y visitantes, se unen en una explosión de color, de pasión, de arte y cultura, de emociones contenidas, de fe y sentimientos.
Es cuando Málaga huele a azahar, a romero, a incienso y a salitre mientras comienzan los preparativos para los intensos días que se avecinan.

Resuena en mi memoria la inconfundible voz de mi añorado Antonio Guadamuro, aún hoy en día me parece ver sus azules ojos y su eterna sonrisa. Él, decano de los periodistas cofrades, como nunca nadie lo hizo ni lo hará, retransmitía la Semana Santa malagueña por la radio.

Sus palabras, su sabiduría sobre la Semana de Pasión, se entrelazaban con las campanas de los tronos y las voces de los hombres al levantarlos con ése gran esfuerzo que realizan al llevarlos y mecerlos sobre sus hombros. Suena la música militar, las cornetas, los tambores en el silencio de las noches malagueñas y de vez en cuando las saetas desde algún balcón invitando a un espectáculo sensorial intenso.

Y mientras, Málaga sabe a limones cascarúos con sal o bicarbonato, a “cañadú”, a canutillos de crema, a torrijas, a pestiños y a los roscos o rosquillas tan tradicionales en éstas entrañables y significativas fechas de la Semana Santa malagueña.

Los roscos o rosquillas es un poste típico de muchas zonas de España pero toman protagonismo especial en todas las provincias de Andalucía en tiempo de Cuaresma.

Como sucede en muchos platos y postres de la cocina andaluza, los roscos o rosquetes de Semana Santa tienen un origen árabe. Y gracias a las especias y productos orientales, éstos dulces nos llevan a soñar en los orígenes gastronómicos que se pierden en la historia de Andalucía.
En ésta ocasión, las rosquillas las he preparado sin huevo, elemento que lo introdujeron con el paso del tiempo a fin de que ganasen en firmeza y sabor; pero en un principio, éstos dulces, cuando fueron introducidos en el siglo X, lo realizaban sencillamente friendo la masa elaborada y cubriéndolas con miel e incluso con salsas saladas. He podido saber, que con el paso del tiempo, fueron cambiando no sólo ingredientes y le dieron forma de “churro” para conseguir una fritura más óptima de la masa.

Siguiendo la tradición familiar, hoy les animo a preparar éstas rosquillas que nos hacen viajar gastronomicamente en el tiempo y seguir las tradiciones populares en ésta época de Semana Santa.
¿CÓMO LAS HICE?

INGREDIENTES:

Medio vaso de aceite de oliva virgen extra, medio vaso de vino blanco, tres cucharadas soperas de miel de flores, una cucharada sopera de anís en grano (matalahúva), harina de trigo (la que admita, aproximadamente 500 grms.), la cáscara de un limón y una cucharadita pequeña de sal.

Abundante aceite de oliva virgen extra para freir y azúcar blanca para rebozar.
LOS PASOS A SEGUIR:

Lavar muy bien el limón, secarlo y cortar la piel.

Echar en una cacerola el aceite de oliva virgen extra poner a fuego medio; una vez caliente “freir” la piel del limón, sacarlo y en el mismo aceite echar incorporar los granos de anís. Apartar del fuego y dejar enfriar.
Consejo: pueden colar el #aove desestimando la matalahúva, personalmente no lo suelo hacer, me gusta encontrarlos en la masa ya que así, para mi gusto personal, le aporta mucho más sabor a las rosquillas.

En un cuenco echar la harina, la sal, el aceite de oliva virgen extra (con o sin los granos de anís, dependiendo del gusto), la miel y el vino blanco mezclando bien todos los ingredientes. Trabajando la masa hasta conseguir una textura homogénea y lo más fina posible, hasta conseguir una masa que se despegue de las manos. Tapar con plástico film y dejar reposar una media hora en el frigorífico.
Pasado éste tiempo, pasarla a la mesa de trabajo, estirarla e ir tomando pequeñas porciones de masa y formar bolitas con las manos, estirándolas hasta formar cilindros de unos 10 o 12 cmts. de longitud y unir los extremos, dándoles forma de rosquillas ayudándonos con harina espolvoreada en las manos.
Echar el aceite de oliva virgen extra en una sarten con profundidad, una vez caliente (El aceite no puede estar a una temperatura muy alta porque sino las rosquillas no ser harán bien por dentro) ir incorporando rosquillas en pequeñas tandas, dejando que se doren por ambos lados (con unos dos o tres minutos por cada lado aproximadamente) hasta que estén doraditas y bien hechas por dentro.
Sacarlas de la sartén con una espumadera y dejarlas sobre papel de cocina para que éste absorba todo el aceite sobrante de la fritura.
Pasar las rosquillas por el azúcar blanco, de forma que se impregnen por todos lados y colocarlas en el plato donde se vayan a servir.
Nota.- Como comprobarán en ésta receta no uso levadura, ni tan siquiera una pizca de bicarbonado para conseguir que la masa crezca y se haga esponjosa, ya que ésta masa frita, éstas rosquillas, se van a “inflar” con el propio calor del aceite de oliva, tal y como ocurre con nuestros tradicionales tejeringos (churros)
Espero las disfruten, como deseo que disfruten de éstos días de Pasión, y tengan una muy feliz Semana Santa.

2 comentarios

  1. Estas rosquillas son un vicio, buenísimas. Yo también dejo la matalahúva, me gusta encontrarla al morder las rosquillas.
    Besos.

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    1. Buenos dias mi admirada y querida Ana. Como bien dices son adictivas, no puedes dejar de comerlas. Encontrarnos mientras se mastican el sabor del anís, de la matalahúva es magnifico, a mi me encanta. Gracias miles por estar siempre aquí, conmigo, en ésta "Tu Cocina". Besos.

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