HABICHUELAS BLANCAS CON ALMEJAS Y LANGOSTINOS

Todos fuimos niños y es en éstas fechas en las que por fin me animo a escribir una nueva entrada, la primera del año 2021, coincidiendo con la noche más especial para la infancia, la noche en la que llega a los hogares los Reyes Magos desde Belén, es cuando me viene a mi memoria aquella noche mágica, la ilusión por preparar los regalos que mi pequeño hermano no podía ver, de guardarlos en el altillo del ropero para que no pudiera alcanzar su vista aquellos paquetes envueltos con papel brillante lleno de purpurina y convertirme en “paje” de una reina maga: mi madre. 
Yo contaba con poco más de seis años y aún a pesar de la hora estaba despierta, esperando con mi madre la llegada de algún Rey Mago. Mi hermano dormía plácidamente cuando escuchamos la aldaba golpear suavemente la puerta de madera; fuera la noche era oscura y fria, el silencio de la noche se rompía con el murmullo del viento meciendo las hojas de los viejos eucaliptos, a lo lejos se oía el rumor de las olas al romper en el rebalaje, cuando mi madre dejó entrar a Baltazar. 

Brillaba su vestido azul, la túnica ribeteada por finos plumones blancos, su turbante dorado iba adornado con plumas de colores; en su cara tiznada de un color negro, más negro que el carbón donde resaltaban sus grandes ojos y una gran sonrisa que dejaba entrever sus blanquísimos dientes entre dos líneas de color rojo por labios. 

Su risa entre nuestros susurros sonaba alegre al acercarse con sus manos enguatadas llenas de caramelos, hasta que “mi” Pepe, rompió en un llanto desesperado al despertarse y ver la regia figura del Rey Baltazar.     Mi tío Rafael, Rey Baltazar por un día, comenzó a hablarle con dulzura y aquel niño quedó tan convencido de que no era otro que el propio Rey Mago que en nuestra propia casa le había dejado su deseado regalo, un traje de romano. 

Los Reyes Magos eran muy generosos con nosotros, la magía de mi madre, su ilusión, su tesón día tras días de “apartar” los juguetes, de hacerme partícipe, de ayudarla, de hacernos vivir la noche de Reyes de forma tan especial quedará siempre en mi memoria y en mi corazón. Quedó grabado aquel recuerdo cuando, vistiendo a aquel niño ilusionado con su regalo de Reyes, mi madre llevó a mi hermano a la propia casa del fotógrafo de Casa Pedro, en El Palo para que inmortalizara su preciosa sonrisa y su ilusión de aquel lejano día. 
En nuestra vida nunca hubo un día de Reyes sin juguetes, sin regalos y en mi caso, sin mis deseados “cuentos” troquelados y mis cuentos de hadas. Fueron mis primeras lecturas con cinco, seis y siete años; entre ellos recuerdo aquella historia de Jack y las habichuelas mágicas. Durante la noche, los frijoles mágicos causan una gigantesca planta de frijoles que crece, por la que Jack sube hasta una tierra alta en el cielo.   Una historia de origen oral proveniente de (más información) cuentos populares alemanes, que gracias a unas habichuelas con poderes especiales cambió su destino. 
Las llamadas “habichuelas blancas” en Málaga, es denominada, alubia, fabes, caparrones, calbotes, frjonesn frijol, judía, frejol, proto, chingadillas, grano, pocha, faba, chícharo, caraota, alubia…..dependiendo de su forma, color y por supuesto del lugar donde se consuman. Existen, según he podido leer, más de mil variedades y los colores varían de blanco a verde, amarillo, tostado, rosa, rojo, marrón y morado a negro en colores sólidos e innumerables patrones constrastantes.
¿Sabían que es uno de los alimentos más antiguos conocidos? El frijol común, según fuentes fidedignas, empezó a cultivarse hacia el año 7000 antes de nuestra Era; su origen se sitúa en el sur de México, El Salvador y Guatemala. Cuando los navegantes españoles llegaron al Nuevo Mundo la denominaron “faxones” y “favas” por su parecido a las habas del viejo mundo. El nombre de “habichuelas” nos llega como diminutivo de habas. 

Concretamente con las habichuelas blancas he preparado éste delicioso plato, realizado con almejas y langostinos.
¿Les apetece probarlo? 
¿CÓMO LO HICE? 

INGREDIENTES PARA DOS PERSONAS: 

150 grms. de habichuelas blancas secas, media cebolla blanca dulce, una ramita de perejil fresco, 100 grms. de almejas, 6 langostinos, medio vaso de vino blanco (fino amontillado), aceite de oliva virgen extra y sal. 
LOS PASOS A SEGUIR: 

El día anterior a preparar la receta, poner las habichuelas en remojo durante toda la noche en agua con un puñado de sal, a temperatura ambiente. 

Echar las almejas en un plato con agua y sal a fin de que suelten la posible arena que puedan traer en su interior. Pelar los langostinos, retirándoles igualmente el hilo intestinal y reservar su carne. 

Pasado éste proceso, cuando se vaya a cocinar las alubias escurrirlas bien y enjuagarlas. Ponerlas en una cacerola cubriéndolas de agua fría, colocarla en el fuego y llevar a ebullición dejándolas cocer aproximadamente durante una hora. A media cocción, romper la cochura echándole agua fría (así conseguiremos que no se despellejen). Una vez cocidas retirar del fuego y reservar. 

Mientras pelar y picar la cebolla en trozos pequeños. 

Poner en el fuego una sartén con aceite de oliva virgen extra, de forma que cubra el fondo y a fuego medio pochar la cebolla removiendo hasta conseguir un suave color dorado. Añadir los langostinos y dorarlos igualmente.
Incorporar las almejas y el vino blanco llevando a ebullición, añadiendo un poco del caldo de la cocción de las habichuelas dejando se vayan abriendo las almejas. Salar al gusto. 

Incorporar las habichuelas, remover con cuidado a fin de que se integren todos los ingredientes y dejar cocer uno o dos minutos. 
Apartar del fuego. Servir muy caliente espolvoreando perejil picado. 
¡¡ Buen provecho !! 

Les deseo con ésta primera entrada del año 2021, que éste les haya llegado cargado de esperanza y de ilusión.

4 comentarios

  1. Ohhh menuda delicia de plato ❤️❤️❤️

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  2. Apetecen un montón éste tipo de platos y éste tuyo se ve de lujo. Un besazo.

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    1. Cierto, con éstos frios apetece platos contundentes. Muchas gracias Nati, un honor siempre tu visita. Besos.

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