WANTON FRITO DE TERNERA Y CERDO

Nuestro destino de viaje nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas. Henry Miller
Leí en una ocasión que la ciudad de Hong Kong jamás provoca indiferencia. Hong Kong, alma de dragón rojo y futuro sin fin que ensimisma con el verdor de las montañas y el azul del mar que marcan las lindes de ésta jungla de hormigón y cristal de aspecto futurista, que me hizo imaginar que yo en ella, formaba parte de la película Blade Runner  .
Corría el mes de Junio del año 1983. Han pasado 39 años.

Nunca olvidaré la primera impresión, aterrizar entre edificios; mi asombro o quizás mi miedo de poder ver a personas asomadas a las ventanas desde mi ventanilla del avión a quienes casi podía tocar.

Salir del aeropuerto y aturdirme por los interminables ríos de personas que fluían a mi alrededor, todos mirándome con sus ojos rasgados, quizás tan asombrados como yo. Con el paso de los días, me comentaban que les atraía mis grandes ojos.

Maravillada una vez más de los espectaculares rascacielos que emergían desde el asfalto, edificios tras edificios juntos, iluminados con carteles amontonados con luces de todos los colores.
Fueron días verdaderamente vertiginosos, una experiencia inenarrable para quien entonces acababa de cumplir 29 años y quedar fascinada en Hong Kong al sentir que el dinamismo, el comercio, los negocios hervían en sus calles; todas ellas abarrotadas de comercios, de publicidad, de personas que iban y venían siempre con prisas, al igual que en los pasadizos de cristal y metal que conectaban sus rascacielos, en el caótico y a la vez ordenado tráfico en sus carreteras, en el túnel submarino que une Hong Kong con Kowloon e incluso el tráfico marítimo. Todo, absolutamente todo hacía parecer caótico y bullanguero.

Pero cada detalle, cada lugar para mí significó una experiencia única, un viaje para recordar, para no olvidar. Aún veo las antiguas fotografías y observo en ellas el smog que cubría el cielo.
Aún creo percibir los aromas de las especias, el olor del océano, escucho el bullicio de los coches, las voces de sus habitantes incluso el susurro del cheongsam (vestido típico de las mujeres en China) que se cruzaban en mi camino. Cada detalle que no me pasaba desapercibido, me contaban miles de historias de Hong Kong, historias que me imaginaba entre las olas, en el verdor de las montañas, en los templos, en los juncos chinos con velas blancas y óxido e incluso en el puerto, en los grandes barcos mercantes que cruzaban por la mar.

Y mi viaje, mi aventura, comenzó en el Hotel Mandarin Oriental, un símbolo tan famoso como la ciudad misma, con una ubicación céntrica que me permitió pasear por sus calles, sus comercios, sus restaurantes.   Me gusta recordar cómo entonces, mi modernísima cámara de fotos japonesa, me permitía realizar mis primeros "selfies" además de poner la fecha en la impresión de las fotografías.
Capital gastronómica de Asia, Hong Kong no solo tiene excelentes restaurantes de las distintas cocinas chinas (de Cantón primordialmente, Sichuán, Shanghái, Shandong, Hunan y Pekín) sino de todo el planeta y, en especial, japonesa, tailandesa e hindú.

Lógicamente me llamó la atención los restaurantes locales y los puestos callejeros, verdaderos escaparates de la cultura culinaria china en los que en los que colgaban “animales” lacados o en modo “brocheta”, sobre todo patos.

Los aromas que impregnaba cada calle, cada rincón, cada lugar a las barbacoas “Char Siu”, carne de cerdo asada marinada previamente con azúcar o miel, vino de arroz, especias y colorante rojo tan habitual en los asados orientales.

¿Cómo olvidar el Douhua es un postre popular, servido con jengibre dulce o jarabe claro?.

Hong Kong es un auténtico paraíso para los amantes de comer mariscos. Desde la Dinastía Qing, Hong Kong ha sido un lugar de pescadores, que con el paso de los siglos ha llegado a ser uno de lo más importantes puertos del mundo, conectando los negocios e importaciones entre los países occidentales y orientales. Toda, prácticamente toda la mercancía que distribuía mi empresa, recalaba en sus muelles, donde nuestro “Delegado” desde las oficinas que tuve la oportunidad de visitar controlaba con precisión y profesionalidad.   Porque no he de olvidar que mi motivo del viaje, no sólo me permitió hacer turismo, también trabajo......Orient Watches quedaban una vez más grabados en mi vida.
Son tantas las exquisiteces que resulta difícil elegir, pero nadie puede irse de Hong Kong sin haber saboreado los deliciosos dim sum y los wontoon que a mí personalmente me cautivaron.

Wonton literalmente significa tragarse las nubes. La masa de wantan ya se encuentra en cualquier supermercado oriental, es una finísima capa de harina de trigo muy suave que por dentro generalmente suelen rellenarlo de carne e incluso de mariscos.

En ésta ocasión la carne que he elegido ha sido de ternera y cerdo….le he dado forma de “barquito” y fritos es un aperitivo que vuela en mi mesa. WANTON FRITO DE TERNERA Y CERDO
¿CÓMO LO HE HECHO?

INGREDIENTES:

150 grms. de carne picada (mitad cerdo, mitad ternera), tres cucharadas soperas de aceite de sésamo, dos cucharadas soperas de salsa de soja, una cucharada sopera de vino blanco, un trozo mediano de cebolla blanca dulce finamente picada, una cucharada de maicena, pimienta recién molida, tres cucharadas soperas de agua y sal. Y aceite de oliva para freir.

LOS PASOS A SEGUIR:

En una sartén echar el aceite de sésamo, agregar la cebolla picada y cuando comience a clarear incorporar la carne picada. Remover bien a fin de que se vaya friendo uniformemente, echar la maicena y mezclar bien, dejar hacer durante unos minutos.

Añadir el vino blanco y la soja, el agua, salpimentar al gusto y remover bien hasta que se haya evaporado todo el liquido. Reservar.
Para hacer el wantan:

Coger una masa para wanton apoyándola en una mano, poner una cucharada de la carne picada en el centro, mojar todo el borde con un poco de agua (a veces suelo pintarlo con huevo batido).
A continuación unidos dos esquinas en diagonal, volviendo a darle con un poco de agua una de las esquinas y la parte del centro de la masa donde está el relleno. Con cuidado, empujamos un poco el relleno, cruzando las dos esquinas como para formar un “barquito”.
Colocarlos sobre papel de cocina.
En un recipiente echar abundante aceite de oliva (yo suelo usar freidora) y a temperatura media, freir los wanton en pequeñas tandas…con ello conseguimos de que el relleno se “cueza” y la masa quede dorada uniformemente.
Una vez fritos, sacar del recipiente y colocarlos sobre papel de cocina a fin de que éste absorba el aceite. 
Acompañar con salsa de soja, salsa agridulce o salsa de tamarindo que podrán encontrar en cualquier gran superficie.
¿Viajamos a Hong Kong gastronómicamente sin movernos de nuestras cocinas? ¿Me acompañan?

1 comentarios

  1. Holaaaa....me comería unos cuantos tos se ven divinos ....la masa no la conozco...bikiños

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Muchas gracias por visitar "Mi cocina", por escribir un comentario, lo cual me anima a continuar compartiendo lo que se cuecen por mis fogones y lo valoro enormemente.
Si tiene alguna duda o consulta, indiquelo, contestaré lo antes posible.